martes, 12 de octubre de 2010

4º DÍA

Un día más y hay veces que me olvido de que ya no fumo.
La inercia me tira hasta que me doy cuenta de que NO NO NO, ya no quiero fumar más, y entonces todo vuelve a encajar en mi cabeza, y como por arte de magia se me pasan las ganas, y ya está. Por ahora va siendo fácil. La verdad es que creo que más que ganas es algo así como ir siguiendo la rutina habitual desde hace tanto tiempo.





Recuerdo que después de los cigarrillos sueltos a la salida del colegio y de las cajetillas compartidas los fines de semana, empezaron las caladitas a los porros. Muy de vez en cuando algún amiguete compartía su preciado tesoro. La reacción no se hacía esperar, con una bocanada de aquel humo denso llegaban las risas sin control. El lado oscuro nos habría sus puertas y estábamos encantadas de entrar en aquel mundillo de más mayores todavía, de los amigos de lo prohibido, de las carcajadas desmesuradas. Era divertido, otra forma de compadreo. Chicos que nos parecían tan interesantes, tan mayores, tan guapetones, tan tan tan, que nos invitaban a su ritual. Y en este caso no creo que se pueda decir que intentaran aprovecahrse de la situación, ni que intentaran engancharnos para luego sacar beneficio económico, ni nada por el estilo. Supongo que querían simplemente pasar el rato, y a más gente, más risas. El tonteo con las yogurinas también contaría algo.
Esto no pasó de ser algo esporádico, pero los cigarrilos siguieron yendo en aumento, y cada vez con más naturalidad. Ya no nos sentíamos obligadas a escondernos tanto, y nos sentíamos libres para fumar por la calle, aunque fuera con mil ojos, por si algún adulto conocido nos veía. Por lo demás, fue pasando poco a poco a ser parte de nuestro día a día. Yo tenía entonces catorce años y mi hermana trece.





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lunes, 11 de octubre de 2010

3º día

 Parece que el "mono" no me ataca. Mi decisión es tan firme que realmente no lo echo de menos. Es alucinante el poder de la mente. La fuerza de voluntad puede ser tan fuerte...
 Estoy encantada de esta nueva situación que me ha liberado de ciertas ataduras, que espero que dure el resto de mi vida. Sin duda, para muchas cosas, querer es poder.
 Recapitulando otra vez, después de los cigarrillos sueltos vinieron las cajetillas de fin de semana, compartidas con mi hermana y complice, y racionadas en el tiempo, y también en el espacio, que era en esta ocasión un club deportivo (curiosa contradición) al que pertenecíamos. Allí conocíamos todos los recovecos, y en estos escondrijos conincidíamos con los demás fumadores adolescentes. Todos sabíamos que "eso estaba mal hecho", pero el poder de lo prohibido es, aún más a ciertas edades, lo que nos mueve adelante.
 Por supuesto que muchos adultos deportistas y responsables sabían lo que pasaba bajo las gradas y tras los pabellones, pero eso no era su problema, ni el de la institución, ni el de los ciudadanos de pro, ni el de la sociedad. Esta situación puede que nos alejara aún más de aquellos otros compañeros que bien aleccionados por sus padres, probablemente no fumadores, nos veían con malos ojos y procuraban no mezclarse con los aprendices de macarrillas que seguramente éramos para ellos.

domingo, 10 de octubre de 2010

2º dia



 Hoy es  mi segundo día sin fumar.
 Ya he llegado a la cuarentena de mi vida.
 Creo que cuando empezé a fumar tendría unos trece años. Compraba los cigarillos sueltos en el quiosco. Ahora ya no se puede hacer eso, no está permitido, y creo que es una de las cosas, que además de estar prohibida, se cumple. Yo no he vuelto a verlo. La cosa es que a la salida del colegio, volviendo por el camino "menos oficial", al que llamabamos atajo, pero por el que puede que hasta diéramos un rodeo, había un quiosco en el que mi hermana y yo nos juntabamos con la creme de la creme del colegio, digamos que con la excusa de hacer una paradita para "echar un pitín", o sea, fumar un cigarrillo. Comprábamos tabaco rubio, el Ducados que teníamos en casa al alcance de la mano era demasiado fuerte para nosotras.

 Ese fue el principio, el compartir ese algo medio prohibido a nuestra edad, pero nada mal visto por la sociedad en general en cuanto tenías unos añitos más. Porque de aquella el tabaco no es que fuera malo, ni nada de eso. Lo que decían es que si fumabas no crecías, así que supongo que una vez alcanzada cierta estatura ya no habría ningún problema.
 Por todos lados nos vendían la sensualidad, la adultez, la sofisticación y el glamour del tabaco y su humo. Se podía fumar en todos lados, sin ningún tipo de pudor. Incluso con los bebés en sitios cerrados.O las embarazadas. Nadie veía ningún problema en eso. ¡Cómo han cambiado las cosas!...y cuanto nos queda por cambiar todavía.