lunes, 11 de octubre de 2010

3º día

 Parece que el "mono" no me ataca. Mi decisión es tan firme que realmente no lo echo de menos. Es alucinante el poder de la mente. La fuerza de voluntad puede ser tan fuerte...
 Estoy encantada de esta nueva situación que me ha liberado de ciertas ataduras, que espero que dure el resto de mi vida. Sin duda, para muchas cosas, querer es poder.
 Recapitulando otra vez, después de los cigarrillos sueltos vinieron las cajetillas de fin de semana, compartidas con mi hermana y complice, y racionadas en el tiempo, y también en el espacio, que era en esta ocasión un club deportivo (curiosa contradición) al que pertenecíamos. Allí conocíamos todos los recovecos, y en estos escondrijos conincidíamos con los demás fumadores adolescentes. Todos sabíamos que "eso estaba mal hecho", pero el poder de lo prohibido es, aún más a ciertas edades, lo que nos mueve adelante.
 Por supuesto que muchos adultos deportistas y responsables sabían lo que pasaba bajo las gradas y tras los pabellones, pero eso no era su problema, ni el de la institución, ni el de los ciudadanos de pro, ni el de la sociedad. Esta situación puede que nos alejara aún más de aquellos otros compañeros que bien aleccionados por sus padres, probablemente no fumadores, nos veían con malos ojos y procuraban no mezclarse con los aprendices de macarrillas que seguramente éramos para ellos.

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